

Por Juan Eduardo Faúndez, Director Nacional del INJUV
Cada cierto tiempo vemos en los medios de comunicación fatales accidentes automovilísticos protagonizados por jóvenes a causa del consumo de alcohol. Éste es un problema que ha vuelto a adquirir relevancia a propósito de tragedias recientes.
Decir que muchos jóvenes hoy son consumidores de alcohol es una realidad, más del 50% de los jóvenes lo hace, mientras que las personas entre 18 y 29 años son las que registran la tasa más alta de víctimas en accidentes automovilísticos según la Comisión Nacional de Seguridad de Tránsito.
Detrás de estas cifras se encuentra la naturalidad con que muchos de ellos toman el riesgo de manejar bajo la influencia del alcohol (“con copete manejo mejor”).
Sin duda, una de las causas de este problema son las dinámicas y estímulos que la juventud asimila en los carretes y en su vida diaria. En este sentido hay que considerar en primer lugar que beber en el carrete es parte del mismo y una costumbre traspasada entre generaciones.
En segundo lugar, estamos inmersos en una sociedad expuesta a mensajes que instan al goce personal, adquisición constante de prestigio y placer. En otras palabras, dentro de la parafernalia publicitaria, el mercado del alcohol también tiene el legítimo derecho de acudir a ella para captar consumidores.
Si pudiéramos comparar esto último con la cantidad de mensajes que llaman a la racionalidad del consumo y por ende, a adquirir conductas recomendables para salvaguardar la propia vida, la brecha sería seguramente muy grande.
En este contexto, constantemente hemos realizado campañas instando al consumo responsable, a evaluar los riesgos, y a apelar a la libertad de elegir una vida sin drogas, sin embargo, las iniciativas son insuficientes.
Este tipo de problemas involucra a la sociedad en su conjunto, la cual debe entender que las incontenibles ganas por vivir “el aquí y ahora” que las personas experimentamos en la etapa juvenil, también deben conjugarse con la responsabilidad de pensar en el Chile que se proyecta hacia el futuro, el cual necesita de los jóvenes de hoy, los adultos del mañana.
Es así como adquiere importancia el tema de la Juventud en los asuntos públicos. La necesidad de contar con una política en esta materia es vital para contribuir a contrarrestar problemas como el consumo de alcohol, por cuanto se abren las puertas para entregar mayores oportunidades de desarrollo. Razones como éstas avalan la urgencia de contar con un Ministerio de la Juventud.
En consecuencia, no podemos pretender tapar el sol con un dedo, sino más bien desde la familia, el colegio y el entorno más cercano de cada joven reconocer y hacernos cargo de una realidad: “los jóvenes toman copete en los carretes”. Sin embargo, esto no puede significar al mismo tiempo exceso e irresponsabilidad, por el contrario tenemos que fomentar una cultura de la responsabilidad.
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